Bartleby el escribiente




31.5.04

Lo cierto es que este nuevo estado mío tiene sus ventajas. Hace unos días -quizá sean unos meses- tuve una conversación en serio con mi hijo (que resultó premonitoria). Hablábamos de superpoderes. El se eligió vuelo y yo invisibilidad. A ciertas edades resulta más interesante transgredir las leyes de la metafísica que las de la física. En ésas estábamos cuando llegó el camarero. Mi hijo se pidió una hamburguesa doble con queso, pepinillo, cebolla y mucho ketchup y yo una caña, y cambiamos de tema. Pero a lo que iba: enseguida me he dado cuenta de que puedo faltar al trabajo sin que me echen de menos. Al principio sólo me tomaba las tardes de los viernes libre, y me iba a un parque. Luego, a medida que fui sintiéndome seguro, dejé de aparecer por la oficina. Ahora sólo vuelvo de vez en cuando, pero nada más que para ver a mis antiguos compañeros, y me marcho pronto. Lo que son las cosas.